A vueltas con el descalcismo

Con ocasión del mundial de fútbol pasó por mi radar la información de que Luis Enrique, el seleccionador del equipo de España, practicaba una suerte de disciplina esotérica llamada earthing, del inglés que equivaldría a «ponerse a tierra», que consiste en mantenerse descalzo sobre el terreno el máximo tiempo posible; también se conoce como grounding. Puedes leer más detalles sobre los supuestos beneficios para la salud en el enlace anterior; por resumir mucho, se alude a un supuesto equilibrio de cargas al hacer tierra como algo beneficioso.

Si bien se pueden encontrar publicaciones en revistas científicas que, de alguna forma, justificarían el earthing, el consenso científico actual es que el equilibrio de cargas es un argumento pseudocientífico, como expone el médico Vicente Baos, de ARP-SAPC, en este artículo en El Mundo.

El descalcismo/minimalismo

Esta polémica me ha sorprendido porque yo practico una suerte de «descalcismo» pero no tenía ni idea de esto del earthing. Mi motivación para esta práctica proviene de mi afición a correr: cuando empecé a correr a finales de 2017 estaba rodeado de corredores que practicaban (o pretendían practicar) el minimalismo, esto es, correr con un calzado que provee solo la protección mínima, incluso con sandalias e incluso descalzo si el terreno es apropiado y/o los pies están acondicionados a esa práctica.

El minimalismo se opone a la tendencia actual, promovida por las grandes multinacionales de calzado deportivo, de zapatillas que presuntamente «ayudan» al corredor a obtener mejores tiempos a base de mucha amortiguación, cámaras de aire, carbono, gran altura de talón, suelas muy gruesas... Sin embargo, este tipo de ayudas favorece un tipo de zancada, donde se aterriza con el talón en lugar de con el mediopié, que es susceptible de causar lesiones de rodilla y de espalda. La constricción de los dedos (esto ya es imposición de moda) también es promotora de juanetes, neuroma de Morton y dedos martillo. La suela muy gruesa produce una desincronización del momento en que el cerebro espera que se produzca el impacto y también, en general, desactiva el uso de los músculos que tenemos en el pié; es decir, proporcionan una muy baja propiocepción.

Por contra las zapatillas minimalistas reúnen las siguientes características:

(Otras características que se pueden encontrar en estas zapatillas, pero que no son imprescindibles, son el uso de materiales reciclados, garantía para su uso por personas veganas, etc.)

Es decir, acercan lo más posible la experiencia de andar/correr descalzo con la protección mínima y en cualquier caso garantizan una propiocepción más razonable.

Nacidos para correr

Todo esto surge a partir de un libro que se ha hecho clásico Nacidos para correr (Born tu Run) del periodista Christopher McDougall. Narra la epopeya del propio periodista buscando a un personaje legendario que se hace llamar Caballo Blanco, el cual, nacido estadounidense, pasa a convivir con la etnia tarahumara, del noroeste de México, para los cuales correr es parte de su modo de vida.

En realidad el minimalismo no es el tema principal del libro, pero los tarahumara corren con unas sandalias que se fabrican ellos mismos —llamadas huaraches— a partir de goma de neumáticos y tiras de cuero y esto se pone de manifiesto muchas veces (en particular cuando una conocida marca de zapatillas subvenciona una carrera con los tarahumara) y, además, uno de los personajes, corredor estadounidense, adopta el descalcismo a partir de malas experiencias por lesión con zapatillas deportivas superamortiguadas y supercaras. La épica con la que C. McDougall magistralmente inviste a los tarahumara ha servido de acicate a un amplio sector de corredores a imitar en lo posible su forma de correr, y de ahí ha surgido esta tendencia de corredores minimalistas (llamada también barefoot running).

Mi experiencia minimalista

El caso es que yo empecé a correr bajo esas premisas del minimalismo (aunque no leí el libro hasta un par de años más tarde). Total, estaba empezando y la retórica del minimalismo sonaba bien y tenía cierta lógica: al fin y al cabo el ser humano ha desarrollado su forma de andar y correr sin ayuda de zapatos, por lo que seguramente los pies sean un instrumento mucho más capaz de lo que creemos para estas tareas si dejamos que se desarrollen sin trabas. Es decir, mis primeras zapatillas para correr ya eran minimalistas.

Pero también trasladé esa tendencia a otros deportes (soy practicante de bádminton) y a mi vida no deportiva: en pocos años he renovado todo mi calzado a calzado minimalista, incluso los típicos zapatos de vestir. En los últimos tiempos he adquirido unas huaraches que uso tanto para correr como para diario.

También practico la carrera con pies descalzos en terrenos más o menos propicios, sobre todo en la playa cuando puedo. En los foros especializados de barefoot running se advierte sobre los riesgos de correr descalzo sin haber pasado por un proceso de adaptación, (que es tanto más importante cuanto más difícil es el terreno): ampollas, heridas, metatarsalgias, etc. Por tanto hay que tener cuidado. Pero, cuando estás preparado, puedes correr descalzo por casi cualquier sitio, como demuestra el atleta hispano-marroquí Karim El Hayani, que en el año 2022 terminó los 250 km de la durísima prueba Maraton des Sables corriendo descalzo.

Y la práctica descalcista la he trasladado al ámbito diario: en casa ando descalzo o con calcetines antideslizantes si hace frío; en el espacio público voy descalzo allá donde es socialmente aceptable y el riesgo sanitario es limitado; por ejemplo jamás voy descalzo en vestuarios públicos, y menos aún en vestuarios de piscinas, por el riesgo de hongos que es muy elevado. A este respecto el Dr. Baos puede contar auténticas películas de miedo.

Cuando ve el calzado que uso la gente me pregunta si noto las irregularidades del suelo y si eso me molesta. Y sí, sí que siento el suelo y, no sólo no me molesta, sino que lo agradezco. Es como una especie de masaje...

Pensamiento mágico

Volviendo al earthing, el caso es que se basa en un hecho físico real: cuando usamos zapatos, especialmente de suela de goma, nuestro cuerpo puede acumular cargas eléctricas que no puede derivar a tierra por el aislamiento eléctrico que supone la goma. Pero esta carga es absolutamente inofensiva, y sólo cuando se acumula en gran cantidad puede causar un pequeño trastorno porque cuando por fin el cuerpo se descarga (tocando algún objeto metálico grande, por ejemplo), entonces se produce una chispa que resulta desagradable pero no es peligrosa.

Pero basta con tener un conocimiento superficial de este hecho para que, en personas con deficiente formación científica, se monte un relato fantástico en la cabeza que no tiene nada que ver con la realidad. Es lo que llamamos pensamiento mágico. Esta fabulación se puede ver reforzada positivamente por correlaciones casuales (que no causales...) que hacen que el sujeto ansioso establezca relaciones que refuerzan su idea.

Por ejemplo, un escenario típico en que uno se carga mucho es en esos interiores tapizados de moqueta y con el ambiente muy seco; cuanto más seco es el ambiente, más carga es posible acumular. En tales ocasiones yo me suelo encontrar más incómodo, con dolor de cabeza y ganas de salir de allí. Pero... ¿es por la carga eléctrica? ¿o simplemente el ambiente tan seco y viciado es capaz de explicar el malestar? Ya sabes lo de la navaja de Ockham: si hay una explicación sencilla posiblemente sea la correcta.

El mito de Anteo

A pesar de mi formación científica y racional a mi me encanta la magia y la fantasía. Disfruto como un enano con novelas y películas de Ciencia Ficción y Fantasía: asumo el cambio de escenario y disfruto del nuevo paradigma de realidad; eso sí, me gusta que, dentro de la fabulación, el mundo que me proponen sea coherente y que no haya Deus ex Machina.

Por eso a veces me gusta imaginar un fundamento «mágico» en las decisiones que tomo. Por ejemplo, con esto del minimalismo, imagino que el bienestar que siento cuando voy descalzo o cuando corro con zapatillas minimalistas, es porque Gea (la Tierra) me está inyectando su fuerza a través del contacto físico, como al gigante Anteo, al que enfrentó Hércules en uno de sus trabajos. Hércules finalmente pudo vencerlo evitando que tomara contacto con la Tierra para que Gea, su madre, no pudiera insuflarle su energía.

Puestos a invocar el pensamiento mágico mejor hacerlo a lo grande, con los mitos griegos, que con algún rollo new-age tomando como excusa las cargas eléctricas.

Conclusiones